Mark Zuckerberg gasta como si fuera el rey de la IA. El problema es que está muy lejos de serlo
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Meta es una de las empresas con mayor interés en la proliferación de la inteligencia artificial, pero tiene un problema: Mark Zuckerberg no ofrece un producto diferencial. OpenAI, por ejemplo, ha destacado gracias a la popularidad de ChatGPT, un chatbot con más de 700 millones de usuarios semanales, mientras que otras firmas como Google o Microsoft hacen lo propio con Gemini y Copilot respectivamente. Meta, por su parte, sigue sin contar con ese producto que le lleve a estar entre los grandes.
A pesar de ello, la firma de Zuckerberg ha acelerado la construcción de dos megacentros de datos y un plan de infraestructura en EE.UU. estimado en 558.000 millones de euros en tres años. Así, dicha magnitud no solo ha conseguido inquietar a los inversores de Wall Street, sino que también ha revelado que las inversiones de Meta no se traducen en ingresos significativos ligados a productos de IA. De hecho, ni siquiera los beneficios trimestrales consiguieron relajar la situación.
En los últimos tres meses, Meta obtuvo 18.600 millones de euros, pero este montante no sirvió para calmar la presión de los inversores. Así, el mercado castigó la falta de visibilidad en retornos y, a la postre, provocó una caída en la capitalización de unos 186.000 millones de euros. Zuckerberg, a raíz de esta situación, defendió acelerar compras de cómputo para investigación y reforzar esto como uno de los negocios principales, una situación que les llevará a apostar por "modelos frontera" con capacidades inéditas.
El problema, por desgracia para el creador de Facebook, es que Meta sigue sin tener un producto ancla. Hasta ahora, proyectos como Meta AI, Vibes o las gafas Vanguard son experimentos prometedores, pero están muy lejos de convertirse en un negocio que justifique el ritmo de gasto. Por ello, a diferencia de firmas como Google o Nvidia, Meta parece pedir paciencia ante la ausencia de una hoja de ruta clara de monetización específica.
El contraste con los gigantes del sector
Así, esta situación provoca que el choque frontal con OpenAI sea evidente, ya que el gasto masivo se podría justificar si se ofreciera un servicio con crecimiento constante y rápido, pero no es el caso. Meta, a diferencia de los creadores de ChatGPT, no cuentan con un servicio de IA que garantice el interés constante de inversores y, al mismo tiempo, el aumento tanto de gastos como de proyectos. Por ello, aunque aún sea pronto para juzgar, por ejemplo, la reestructuración de Superintelligence Lab, el mercado exige resultados acorde a la ambición de las inversiones.
Al no contar con una narrativa clara en campos como el entretenimiento, las soluciones para empresas o la asistencia a usuarios, la inversión está más cerca de ser una apuesta difusa que un plan comercial concreto. Así, la conclusión respecto a la situación de Meta es evidente: tiene el músculo financiero suficiente como para resistir, pero necesita un producto tractor de IA que explique el gasto. Si lo logra, conseguirá reducir la incertidumbre al mismo tiempo que convence a los inversores al zanjar el escepticismo.
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Mark Zuckerberg gasta como si fuera el rey de la IA. El problema es que está muy lejos de serlo
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Abelardo González
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