Un estudio de Sitges nos ha recordado por qué nos llevamos mal con los franceses. El juicio a un cerdo en su obra maestra de la estrategia es la prueba
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Siempre me ha fascinado cómo dos pueblos tan cercanos como españoles y franceses han generado la enemistad que nos caracteriza. Compartiendo ideas, culturas y gastronomía, uno podría llegar a pensar que la culpa está en fronteras y guerras que han minado la importancia de nuestras similitudes, pero la realidad es que centrarnos en nuestras grandes diferencias ha sido lo que más peso ha sumado a la ecuación. Cada vez que encuentro una que me resulta especialmente curiosa, esa idea vuelve a mi cabeza.
La última de ellas se la debo a Europa Universalis V y uno de sus eventos aleatorios. En él, el juego del estudio de Sitges nos planta ante una surrealista dicotomía en pleno medievo: los juicios animales. Enfrentándote al reto de definir qué debes hacer con un cerdo que aparentemente ha asesinado a un niño, saber que dichos eventos tienen una base histórica real automáticamente me obligó a detener la partida para saber más sobre ello. ¿Cuál era el origen de dicha historia? Francia y sus notables diferencias.
El infanticidio de la cerda de Falaise
Aunque hubo otros países de la Edad Media europea que se agarraron a la idea de realizar juicios a animales, parece que fueron nuestros vecinos los que abrazaron la práctica con más fuerza. Con caballos, cerdos y ratas enfrentándose a un proceso penal, la práctica tiene ejemplos por toda Europa que van desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII, pero de todos los países, el que más cantidad de casos documentados tiene es Francia.
El más famoso de todos, y el que recoge el celebrado juego de estrategia de Paradox Tinto, nos lleva hasta la Falaise normanda de 1386. Fue allí cuando, a principios de año, una cerda de 3 años que se paseaba a sus anchas por la zona campestre atacó a un bebé de tres meses de un albañil local mordiéndole la cara y el brazo. Las heridas provocadas terminaron causándole la muerte y, como era habitual en la época, el pueblo la llevó a juicio.
A la cerda de Falaise se le acusaba de infanticidio y, tras ser capturada, permaneció encarcelada mientras un juicio de nueve días decidía su pena. Como era de esperar ante semejante atrocidad, el abogado defensor de la cerda fue incapaz de salvarla, así que la justicia decidió darle un escarmiento al animal de forma ejemplar para que aquello no volviese a suceder. La cerda sería mutilada con las mismas heridas que provocó al niño y, tras ello, sería ejecutada.
Vistiéndola con ropas humanas, la llevaron a la plaza del pueblo donde aguardaban no sólo los aldeanos, sino también otros cerdos de la zona para que aprendiesen la lección, y se realizó el proceso. Tras ello, la colocaron en una pira para que el animal fuese quemado. Hoy, un mural en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Falaise recuerda aquél ejemplar castigo. No fue el único.
Los juicios de animales de la Edad Media
Amontonados en archivos franceses y de media Europa, casos similares recuperan historias como el juicio a otra cerda y sus crías, acusados de un crimen similar, en el que la madre fue ejecutada y a los lechones se les perdonó la vida por estar bajo una "mala influencia materna". O uno realizado a unas ratas en el que el abogado defensor pidió un aplazamiento por correr sus clientes el riesgo de ser devorados por gatos.
Más allá de lo surrealista de la idea, lo realmente sorprendente es la seriedad y legalidad con la que Francia se enfrentaba a esos juicios. Abrazando un proceso penal idéntico al que se enfrentaban los humanos, la intención partía de dar ejemplo entre todos los hijos de Dios y, como era común pensar en la época, eso también incluía a los animales.
Con la llegada del racionalismo y las reformas penales a partir del siglo XVII, la ilustración empieza a ridiculizar este tipo de procesos y empieza a promover medidas para que, lejos de andar por ahí sueltos y ante la posibilidad de causar daños, los animales estén controlados y sea su dueño el que se encargue de controlar que no provoquen problemas.
Uno de los juicios a animales más recientes se remonta a 1792, cuando una Francia en plena Revolución enjuició al perro de un aristócrata por haber defendido a su dueño frente al ataque de la turba. El animal se enfrentó a un proceso penal y fue guillotinado por "actividades antirrevolucionarias", convirtiéndose con ello en uno de los últimos casos de este sorprendente fenómeno del medievo europeo.
Imagen | Helpfulevil en Midjourney
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La noticia
Un estudio de Sitges nos ha recordado por qué nos llevamos mal con los franceses. El juicio a un cerdo en su obra maestra de la estrategia es la prueba
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3DJuegos
por
Rubén Márquez
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