El castillo más bonito y mejor conservado de España con seis siglos de historia y palacio de la última Emperatriz de Francia

Majestuoso y lleno de historia, así es el Castillo de Belmonte. Ubicado en Cuenca, parece suspendido entre siglos. Lo que un día fue fortaleza medieval, luego residencia señorial y más tarde casi una ruina, hoy es un museo en perfecto estado de conservación. Restaurado y convertido también en escenario de eventos, permite recorrer cada rincón (desde la torre del homenaje hasta sus galerías neogóticas) y revivir la vida en un castillo del siglo XV con todo el esplendor del Renacimiento y el aire francés que le dio Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia. De hecho, pasear por sus pasillos es imaginar a Eugenia de Montijo paseando entre tapices, o a Don Juan Pacheco planeando estrategias de guerra bajo techos artesonados.

Un castillo con alma de palacio

Mandado construir en 1456 por Don Juan Pacheco, primer marqués de Villena, el castillo se levanta sobre una colina que domina la llanura manchega. Su estructura es tan original como imponente: una planta triangular con torreones en los vértices y una muralla pentagonal que se une a las defensas que descienden hasta el pueblo. En la entrada, una portada gótica anuncia el equilibrio entre poder y belleza que define toda la construcción.

Cultura Castilla-La Mancha

Su interior sorprende por el contraste: techumbres mudéjares, capillas, arcos y estancias decoradas con un gusto palaciego que lo convierten en una de las fortalezas más singulares de España. Algunos de estos elementos son originales; otros, fruto de la profunda restauración hecha en el siglo XIX por Eugenia de Montijo, quien quiso devolverle la vida a la residencia de sus antepasados con un toque neogótico y refinado, muy propio de la corte de Napoleón III.

Tesoro nacional

Tras siglos de esplendor y abandono, el castillo fue testigo de guerras y transformaciones: sirvió como cuartel en la Guerra de la Independencia y también durante la Guerra Civil. En 1931 fue declarado Tesoro Artístico Nacional, aunque volvería a caer en el olvido hasta su restauración definitiva. En 2010, la Casa Ducal de Peñaranda y Montijo, descendiente del marqués de Villena, reabrió el castillo al público, devolviéndole su lugar en la historia.

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Hoy, se puede visitar con audioguía, una proyección introductoria de 12 minutos y un recorrido musealizado que permite sumergirse en la vida cotidiana del siglo XV. Los visitantes pueden asomarse a la torre del homenaje, recorrer la capilla o descubrir el bestiario medieval tallado en piedra que adorna sus muros.

Y, desde 2018, el complejo cuenta con un atractivo añadido: el Trebuchet Park, el mayor parque histórico-temático de máquinas de asedio a escala real de Europa, con más de 40 reproducciones que abarcan desde el mundo cristiano y musulmán hasta el renacimiento oriental.

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Un pueblo con historia y encanto

El pueblo de Belmonte, con apenas 1.800 habitantes, sigue conservando el mismo aire tranquilo de antaño. Además del castillo, vale la pena visitar la Colegiata de San Bartolomé, una joya arquitectónica que combina los estilos gótico y renacentista; el Palacio del Infante Don Juan Manuel; el Convento de los Franciscanos; o la Casa-Museo Bellomonte, que recrea con detalle la vida doméstica del siglo XV.

No faltan tampoco los molinos de viento, como el del Puntal (convertido hoy en museo), que recuerdan el alma manchega de este paisaje. Todo el conjunto, con sus murallas, su castillo y sus callecitas, conforma una escapada perfecta para quienes buscan un viaje histórico con encanto y autenticidad.

Foto de portada | Cultura Castilla-La Mancha

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