El plato francés prohibido de 20.000 euros que tienes que comer escondido y se convirtió en un momento cumbre de Hannibal
Está lejos de ser una de las escenas más impactantes de la serie Hannibal, donde además se cuentan por decenas, pero reconozco que lo ocurrido durante la cena del personaje de Mads Mikkelsen durante su segunda temporada se me quedó grabado a fuego. El protagonista ni siquiera era él, de hecho, sino el escribano hortelano que le da sentido a la escena. El plato prohibido que se alzó como el culmen de la cocina francesa sirve no sólo para dar sentido a un momento clave dentro de la serie, sino también para que todos a la vez, desde sus protagonistas hasta el espectador que está al otro lado, nos planteemos hasta qué punto estamos dispuestos a soportar la crueldad en beneficio propio. Si sois particularmente sensibles, cuidado porque se vienen curvas. Un menú de 20.000 euros El Bruant ortolan, como se le da nombre al pájaro en Francia, es una receta considerada como un manjar gourmet desde el Imperio Romano, pero fue a partir del siglo XVII cuando se ganó un lugar privilegiado entre la gastronomía francesa. Desde entonces se convirtió en un plato tan exclusivo que, sólo accesible por reyes y personalidades de las más altas élites, saltó de ser considerado un manjar a convertirse en símbolo de la exquisitez francesa. El crítico de comida Philippe Regol reconocía en declaraciones a Traveler que, detrás de esa exclusividad, se esconde la esencia misma de todo lo que rodea a la opulencia y desdén de los ricos hacia el resto del mundo: "Creo que hay gente que disfruta más en la mesa pensando en que la inmensa mayoría no puede acceder a ello, que por el propio valor de bocado consumido". No es de extrañar que, para un plato que llegó a alcanzar en 1975 un precio de 4.000 dólares el menú en el exclusivo restaurante Chez Denis de París -el equivalente de la época a lo que hoy en día serían cerca de 20.000 euros en base a inflación-, la vergüenza haya terminado salpicando el ritual de comerlo. Obligados a taparse con una servilleta en la cabeza mientras se come con las manos, lo que en tiempos más recientes ha derivado en una excusa a la hora de apreciar mejor los aromas que desprende, se remonta a la necesidad de comerlo "escondido a los ojos de Dios" por la barbaridad que se ha perpetrado con el pequeño gorrión para poder preparar el plato. Una surrealista patochada que, lejos de esconder a quienes fuesen a degustarlo, elevaba aún más el show en la sala del restaurante en el que iba a comerse. Es precisamente esa costumbre la que se muestra en series como Billions o Succession, los ejemplos perfectos de cómo los ricos se ganan a pulso la enemistad del resto. También la razón que da sentido a ese capítulo de Hannibal en el que Mikkelsen se niega a colocarse la servilleta porque él no se esconde de Dios. La crueldad gastronómica de Hannibal ¿A qué venía tanta fantasía para comer un plato de ave, más aún en una época en la que la caza estaba a la orden del día? Bueno, vamos al drama que hemos estado esquivando. La receta del hortelano al armañac, que se ha hecho viral recientemente en Twitter, implica un proceso de tortura del animal que deja al foie gras en un cuento para niños. Tras atraparse el pájaro y encerrarlo en una jaula, se le cubre con una tela para dejarlo completamente a oscuras. Ante la ausencia de luz, el animal lucha por su supervivencia alimentándose de forma inusual con las semillas de mijo que se le suministran en grandes cantidades hasta doblar su tamaño. El proceso, según dicen, hace que su carne se vuelva más grasos y los huesos queden reducidos a meros cartílagos. Al alcanzar el tamaño adecuado, se introducían en unos tarros que se llenaban de armagnac, un brandy procedente de la zona francesa del mismo nombre, con la intención de ahogarlos y marinarlos. Tras desplumarlos y asarlos brevemente, se le sirve al comensal con la intención de que, con la citada servilleta tapada, lo devore de un bocado. Entero. Más allá de los chefs franceses que siguen defendiendo la práctica como parte de su cultura e historia gastronómica, definitivamente algo no debía estar bien en todo ese proceso cuando, en 1979, el escribano hortelano, como se le conoce en España, pasó a convertirse en una especie protegida. En 3D Juegos La Generación Z está sacando de quicio a sus jefes. Este estudio demuestra que el 18% ha llegado a plantearse renunciar para evitar lidiar con ellos Lamentablemente, la ley dejaba la preparación del plato en una suerte de vacío legal que permitió que los restaurantes siguieran ofreciéndolo durante otros 20 años (de hecho fue la última cena del presidente francés François Mitterrand en la Nochevieja de 1995). Para acabar con la práctica, en 1999 se prohibió la caza del pájaro, su captura, su comercio o transporte, la posesión de sus huevos y, por descontado, la venta del plato en cualquier esta
Está lejos de ser una de las escenas más impactantes de la serie Hannibal, donde además se cuentan por decenas, pero reconozco que lo ocurrido durante la cena del personaje de Mads Mikkelsen durante su segunda temporada se me quedó grabado a fuego. El protagonista ni siquiera era él, de hecho, sino el escribano hortelano que le da sentido a la escena.
El plato prohibido que se alzó como el culmen de la cocina francesa sirve no sólo para dar sentido a un momento clave dentro de la serie, sino también para que todos a la vez, desde sus protagonistas hasta el espectador que está al otro lado, nos planteemos hasta qué punto estamos dispuestos a soportar la crueldad en beneficio propio. Si sois particularmente sensibles, cuidado porque se vienen curvas.
Un menú de 20.000 euros
El Bruant ortolan, como se le da nombre al pájaro en Francia, es una receta considerada como un manjar gourmet desde el Imperio Romano, pero fue a partir del siglo XVII cuando se ganó un lugar privilegiado entre la gastronomía francesa. Desde entonces se convirtió en un plato tan exclusivo que, sólo accesible por reyes y personalidades de las más altas élites, saltó de ser considerado un manjar a convertirse en símbolo de la exquisitez francesa.
El crítico de comida Philippe Regol reconocía en declaraciones a Traveler que, detrás de esa exclusividad, se esconde la esencia misma de todo lo que rodea a la opulencia y desdén de los ricos hacia el resto del mundo: "Creo que hay gente que disfruta más en la mesa pensando en que la inmensa mayoría no puede acceder a ello, que por el propio valor de bocado consumido".
No es de extrañar que, para un plato que llegó a alcanzar en 1975 un precio de 4.000 dólares el menú en el exclusivo restaurante Chez Denis de París -el equivalente de la época a lo que hoy en día serían cerca de 20.000 euros en base a inflación-, la vergüenza haya terminado salpicando el ritual de comerlo.
Obligados a taparse con una servilleta en la cabeza mientras se come con las manos, lo que en tiempos más recientes ha derivado en una excusa a la hora de apreciar mejor los aromas que desprende, se remonta a la necesidad de comerlo "escondido a los ojos de Dios" por la barbaridad que se ha perpetrado con el pequeño gorrión para poder preparar el plato.
Una surrealista patochada que, lejos de esconder a quienes fuesen a degustarlo, elevaba aún más el show en la sala del restaurante en el que iba a comerse. Es precisamente esa costumbre la que se muestra en series como Billions o Succession, los ejemplos perfectos de cómo los ricos se ganan a pulso la enemistad del resto. También la razón que da sentido a ese capítulo de Hannibal en el que Mikkelsen se niega a colocarse la servilleta porque él no se esconde de Dios.
La crueldad gastronómica de Hannibal
¿A qué venía tanta fantasía para comer un plato de ave, más aún en una época en la que la caza estaba a la orden del día? Bueno, vamos al drama que hemos estado esquivando. La receta del hortelano al armañac, que se ha hecho viral recientemente en Twitter, implica un proceso de tortura del animal que deja al foie gras en un cuento para niños.
Tras atraparse el pájaro y encerrarlo en una jaula, se le cubre con una tela para dejarlo completamente a oscuras. Ante la ausencia de luz, el animal lucha por su supervivencia alimentándose de forma inusual con las semillas de mijo que se le suministran en grandes cantidades hasta doblar su tamaño. El proceso, según dicen, hace que su carne se vuelva más grasos y los huesos queden reducidos a meros cartílagos.
Al alcanzar el tamaño adecuado, se introducían en unos tarros que se llenaban de armagnac, un brandy procedente de la zona francesa del mismo nombre, con la intención de ahogarlos y marinarlos. Tras desplumarlos y asarlos brevemente, se le sirve al comensal con la intención de que, con la citada servilleta tapada, lo devore de un bocado. Entero.
Más allá de los chefs franceses que siguen defendiendo la práctica como parte de su cultura e historia gastronómica, definitivamente algo no debía estar bien en todo ese proceso cuando, en 1979, el escribano hortelano, como se le conoce en España, pasó a convertirse en una especie protegida.
Lamentablemente, la ley dejaba la preparación del plato en una suerte de vacío legal que permitió que los restaurantes siguieran ofreciéndolo durante otros 20 años (de hecho fue la última cena del presidente francés François Mitterrand en la Nochevieja de 1995).
Para acabar con la práctica, en 1999 se prohibió la caza del pájaro, su captura, su comercio o transporte, la posesión de sus huevos y, por descontado, la venta del plato en cualquier establecimiento público. Actualmente el incumplimiento de esa ley se castiga con multas de hasta 150.000 euros y dos años de cárcel. Sin embargo, se calcula que anualmente se siguen capturando alrededor de 30.000 hortelanos.
Imagen | Pierre Dalous
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El plato francés prohibido de 20.000 euros que tienes que comer escondido y se convirtió en un momento cumbre de Hannibal
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por
Rubén Márquez
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