Ni siquiera el mayor mundo abierto RPG con los mejores gráficos posibles podrá simular jamás un aspecto clave de la Edad Media: su olor
La tecnología ha alcanzado un nivel en que los gráficos fotorrealistas, junto a un excelente trabajo de documentación, son capaces de teletransportarnos a un pasado con cientos de años de antigüedad de una forma tan certera como espectacular. Pasear entre castillos y pueblos en realidad virtual, con la máxima fidelidad posible como si estuviéramos allí, parece algo que podría estar a escasos años de producirse. Sin embargo, ni el mayor mundo abierto RPG con los mejores gráficos que puedas llegar a imaginar será capaz de emular lo que, probablemente, más nos chocaría de la Edad Media tras utilizar una máquina del tiempo. Un nauseabundo olor que, pese a lo que erróneamente se nos ha hecho creer, no tenía nada que ver con la higiene personal de la época. La Leyenda Negra de la Edad Media En primer lugar, al César lo que es del César. Gran parte de nuestra cultura popular, desde las novelas históricas y las películas de fantasía, hasta los videojuegos que de una forma u otra se acercan a ese periodo histórico, lo han hecho desde el prisma de lo que se ha dado a conocer como la Leyenda Negra de la Edad Media. Especialmente por culpa de la Ilustración y el Renacimiento, a menudo se pintaba aquella época como una generación atrasada y muy marcada por los dogmas de la iglesia. En cierto sentido había algo de razón, estaban más atrasados a nivel científico y tecnológico, pero no más de lo que podíamos estarlo en los 80 si comparamos esa época con los avances sociales, médicos y técnicos que tenemos ahora. De entre todo lo que se decía de esa época oscura, uno de los tópicos que más ha permeado es el de la higiene. Se crearon las primeras universidades de Europa, la ciencia promovió avances como la rotación de cultivo, y la tecnología entregó revoluciones como los molinos de viento. Y en el ámbito de la higiene, quienes no tenían acceso a baño en casa acudían a baños públicos que en algunos casos incluso llegaron a tener agua caliente. Quienes podían permitírselo utilizaban hierbas y aceites aromáticos, recurrían a aseos recurrentes con jabones hechos a partir de grasa, e incluso se lavaba la ropa a menudo con lejía que se creaba al colar ceniza sobre agua caliente. El término "hacer la colada", de hecho, viene de esa época. ¿De dónde viene entonces el mito de que en la Edad Media eran unos guarros y que aquello debía oler fatal? Principalmente del punto en el que todas aquellas casas de baño públicas tuvieron que cerrarse y se saltó a un periodo algo más duro. La llegada de enfermedades como la Peste y el mal uso de las instalaciones invitó a terminar con la práctica y la gente tuvo que recurrir a ríos u otras opciones menos "civilizadas". Pero que siguieran lavándose no significa que aquello no oliese de la forma más desagradable posible. ¿A qué olía la Edad Media? Aunque aquí el cambio de época podría resultar chocante en ambos sentidos, al menos para nuestros estándares actuales, o los de la propia Edad Media, la culpa de su desagradable olor no era de la gente en sí. Tampoco de la falta de alcantarillados y soluciones de saneamiento básicas. Los culpables eran los trabajos que se realizaban en cualquier ciudad o pueblo. Pensad en algo tan básico como el cuero, por ejemplo, y no sólo el de las armaduras que vemos en un juego como los mencionados, sino también el necesario para crear calzados, cinturones, bolsas, guantes, decoración… Era uno de los materiales más importantes del medievo, pero también uno de los que poseía un proceso de fabricación más desagradable. Hablamos de un proceso que requería remojar en agua, restregar y aporrear para eliminar los restos de carne y grasa, y que para frenar su proceso de descomposición requería remojar las pieles en orina y dejar que se pudriera durante meses. Tras ello, utilizaban heces o estiércol para ablandar el material. Pasar por una curtiduría de la época debía ser, a todos luces, un espectáculo para los sentidos. En 3D Juegos La tribu que se enfrentó a millones de japoneses. La historia detrás del nuevo Ghost of Yotei de PlayStation Y sin embargo, no era ni el único ni el peor. Sumad a eso el olor del ganado, el de las tintorerías, los matadores y, probablemente el peor de todos con muchísima diferencia, el de los puestos en los que se trataban cuernos y astas. Al calentarlos para procesarlos y darles forma, quienes trabajan con ellos son plenamente conscientes del desagradable olor que desprenden. Uno que, especialmente en ciudades amuralladas con poca ventilación, podía llegar a empapar el ambiente hasta límites que hoy en día nos resultarían nauseabundos. Así que ya lo sabéis, la próxima vez que el mundo de la tecnología vuelva con la idea de crear un dispositivo que desprenda aromas para crear inmersión en los juegos, recordadles que no es una buena idea. Imagen | Iga Pala
La tecnología ha alcanzado un nivel en que los gráficos fotorrealistas, junto a un excelente trabajo de documentación, son capaces de teletransportarnos a un pasado con cientos de años de antigüedad de una forma tan certera como espectacular. Pasear entre castillos y pueblos en realidad virtual, con la máxima fidelidad posible como si estuviéramos allí, parece algo que podría estar a escasos años de producirse.
Sin embargo, ni el mayor mundo abierto RPG con los mejores gráficos que puedas llegar a imaginar será capaz de emular lo que, probablemente, más nos chocaría de la Edad Media tras utilizar una máquina del tiempo. Un nauseabundo olor que, pese a lo que erróneamente se nos ha hecho creer, no tenía nada que ver con la higiene personal de la época.
La Leyenda Negra de la Edad Media
En primer lugar, al César lo que es del César. Gran parte de nuestra cultura popular, desde las novelas históricas y las películas de fantasía, hasta los videojuegos que de una forma u otra se acercan a ese periodo histórico, lo han hecho desde el prisma de lo que se ha dado a conocer como la Leyenda Negra de la Edad Media.
Especialmente por culpa de la Ilustración y el Renacimiento, a menudo se pintaba aquella época como una generación atrasada y muy marcada por los dogmas de la iglesia. En cierto sentido había algo de razón, estaban más atrasados a nivel científico y tecnológico, pero no más de lo que podíamos estarlo en los 80 si comparamos esa época con los avances sociales, médicos y técnicos que tenemos ahora. De entre todo lo que se decía de esa época oscura, uno de los tópicos que más ha permeado es el de la higiene.
Se crearon las primeras universidades de Europa, la ciencia promovió avances como la rotación de cultivo, y la tecnología entregó revoluciones como los molinos de viento. Y en el ámbito de la higiene, quienes no tenían acceso a baño en casa acudían a baños públicos que en algunos casos incluso llegaron a tener agua caliente.
Quienes podían permitírselo utilizaban hierbas y aceites aromáticos, recurrían a aseos recurrentes con jabones hechos a partir de grasa, e incluso se lavaba la ropa a menudo con lejía que se creaba al colar ceniza sobre agua caliente. El término "hacer la colada", de hecho, viene de esa época.
¿De dónde viene entonces el mito de que en la Edad Media eran unos guarros y que aquello debía oler fatal? Principalmente del punto en el que todas aquellas casas de baño públicas tuvieron que cerrarse y se saltó a un periodo algo más duro. La llegada de enfermedades como la Peste y el mal uso de las instalaciones invitó a terminar con la práctica y la gente tuvo que recurrir a ríos u otras opciones menos "civilizadas". Pero que siguieran lavándose no significa que aquello no oliese de la forma más desagradable posible.
¿A qué olía la Edad Media?
Aunque aquí el cambio de época podría resultar chocante en ambos sentidos, al menos para nuestros estándares actuales, o los de la propia Edad Media, la culpa de su desagradable olor no era de la gente en sí. Tampoco de la falta de alcantarillados y soluciones de saneamiento básicas. Los culpables eran los trabajos que se realizaban en cualquier ciudad o pueblo.
Pensad en algo tan básico como el cuero, por ejemplo, y no sólo el de las armaduras que vemos en un juego como los mencionados, sino también el necesario para crear calzados, cinturones, bolsas, guantes, decoración… Era uno de los materiales más importantes del medievo, pero también uno de los que poseía un proceso de fabricación más desagradable.
Hablamos de un proceso que requería remojar en agua, restregar y aporrear para eliminar los restos de carne y grasa, y que para frenar su proceso de descomposición requería remojar las pieles en orina y dejar que se pudriera durante meses. Tras ello, utilizaban heces o estiércol para ablandar el material. Pasar por una curtiduría de la época debía ser, a todos luces, un espectáculo para los sentidos.
Y sin embargo, no era ni el único ni el peor. Sumad a eso el olor del ganado, el de las tintorerías, los matadores y, probablemente el peor de todos con muchísima diferencia, el de los puestos en los que se trataban cuernos y astas. Al calentarlos para procesarlos y darles forma, quienes trabajan con ellos son plenamente conscientes del desagradable olor que desprenden.
Uno que, especialmente en ciudades amuralladas con poca ventilación, podía llegar a empapar el ambiente hasta límites que hoy en día nos resultarían nauseabundos. Así que ya lo sabéis, la próxima vez que el mundo de la tecnología vuelva con la idea de crear un dispositivo que desprenda aromas para crear inmersión en los juegos, recordadles que no es una buena idea.
Imagen | Iga Palacz, Adam Jang
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Ni siquiera el mayor mundo abierto RPG con los mejores gráficos posibles podrá simular jamás un aspecto clave de la Edad Media: su olor
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por
Rubén Márquez
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