Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla

Quienes me sigáis habitualmente sabéis que, además de este trabajo editorial, tengo mi propio estudio de grabación. Allí me dedico a grabar, mezclar y masterizar a artistas independientes, en su mayoría músicos que buscan encontrar su primera oportunidad para meter la cabeza en el complejo (y no siempre bonito) mundo de la industria musical.Una de las cosas que escucho más a menudo en sus conversaciones es el asunto de subir su trabajo a Spotify. Los motivos están claros: por un lado, es una manera de promocionar su trabajo en la plataforma "que tiene todo el mundo". Por otro, es una manera de monetizar su música. O al menos eso es lo que ellos creen.La cruda realidad del asunto es que, desgraciadamente, Spotify no va a ayudarles a conseguir su sueño. Ahora mismo, lo que nació como una manera de democratizar el consumo de música y ponerlo al alcance de todo el mundo a precios asequibles, se ha convertido en una empresa que encarna una de las caras más oscuras de la industria.La crisis de identidad que está matando a la músicaHoy en día Spotify es una enorme app contenedor. Basta con pasarse por su página principal para ver que ya no sólo alojan música en sus servidores. Sí, por supuesto, sigue ocupando un lugar destacado en la app porque es de donde vienen la mayor parte de sus contenidos, pero también encontramos audiolibros y contenidos polémicos como el podcast de Joe Rogan, acusado de difundir bulos durante la pandemia de la COVID-19 y proclive a ser vocero de personajes controvertidos como Elon Musk.Y, además de podcasts como el de Rogan, podemos encontrar otros con una línea editorial mucho más inocua. Incluso se ha anunciado un plan para pagar a creadores de contenido en vídeo, ya que Spotify quiere competir directamente con YouTube. Como decía algo más arriba, ahora mismo la plataforma es un paraguas que abarca muchas cosas.Además, en medios como Creative Bloq se alerta de que la transformación de Spotify es tan profunda que hay en marcha una crisis existencial sin precedentes. La plataforma ya no sabe qué es, ni qué quiere ser; está perdiendo su esencia en un intento desesperado por convertirse en un clon de TikTok y YouTube, desarrollando funciones de vídeo que nadie ha pedido y alejándose de su propósito original.Es comprensible que, en estos tiempos de inmediatez en los que vivimos, se tienda hacia experiencias cada vez más cortas; como si Spotify o cualquier otro servicio de streaming musical no fuera ya lo suficientemente inmediato. El problema es la devaluación sistemática del arte. De esto ya he hablado en otras ocasiones, y este artículo es para profundizar en ello y en el malestar que debería generar en los usuarios consumidores de música.Vale la pena recordar que mientras Spotify presume de nuevas funciones vacuas y ha lanzado su Wrapped anual como ejercicio de marketing para enseñar lo grande que lo tiene (el algoritmo, quiero decir), la compañía está ejecutando un plan calculado para maximizar beneficios a costa de la diversidad musical. Daniel Ek, CEO de la compañía, posiblemente esté celebrando ante lo que promete ser un año de rentabilidad completa. El problema es que toda esa rentabilidad va a ser un precio muy caro a pagar por los músicos.¿Cuánto paga Spotify por reproducción?Daniel Ek, CEO de SpotifyLos pagos de regalías de Spotify están entre los más bajos de todas las plataformas de streaming musical, superados sólo en racanería por YouTube Music. Basta con googlear un poco para encontrar unas cifras descorazonadoras: entre 0,003 y 0,005 dólares por reproducción. Esto significa que, en esencia, para ganar 1.000 dólares en la plataforma se necesitan unas 200.000 reproducciones como mínimo.La cuestión es que estos pagos no afectan sólo a pequeños artistas, sino también a entidades consagradas de la industria musical. Por poner otro ejemplo, la cantante Lily Allen saca más dinero con fotos de sus pies en OnlyFans, que poniendo su catálogo en Spotify para que cualquiera lo escuche.Además, no son los artistas quienes reciben esas regalías. Ese pago se realiza a las distribuidoras digitales de los artistas que, una vez descontada su parte, son las que entregan el dinero a los músicos. A un artista grande como Taylor Swift posiblemente este descuento no le suponga mucho, pero para un artista pequeño es demoledor.Pongamos esto en perspectiva. hace unos meses, gracias a Billboard, supimos que Spotify asestó un golpe mortal contra los pequeños músicos: dejó de pagar regalías a artistas que no alcanzan ciertos umbrales de reproducción.En otras palabras: si eres un artista que está empezando, o eres un músico independiente con cierta trayectoria que aún no tiene algo de masa crítica, tu música no generará ningún dinero. El modelo de negocio de Spotify, funcionando como una plataforma en la que cabe de todo, sólo renta económicamente a los grandes artistas o creadores de contenido. Y ese es otro problema, que Spotify trata la música como si fuese contenido, no como algo que tiene un valor in

Dec 10, 2024 - 15:40
Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla

Quienes me sigáis habitualmente sabéis que, además de este trabajo editorial, tengo mi propio estudio de grabación. Allí me dedico a grabar, mezclar y masterizar a artistas independientes, en su mayoría músicos que buscan encontrar su primera oportunidad para meter la cabeza en el complejo (y no siempre bonito) mundo de la industria musical.

Una de las cosas que escucho más a menudo en sus conversaciones es el asunto de subir su trabajo a Spotify. Los motivos están claros: por un lado, es una manera de promocionar su trabajo en la plataforma "que tiene todo el mundo". Por otro, es una manera de monetizar su música. O al menos eso es lo que ellos creen.

La cruda realidad del asunto es que, desgraciadamente, Spotify no va a ayudarles a conseguir su sueño. Ahora mismo, lo que nació como una manera de democratizar el consumo de música y ponerlo al alcance de todo el mundo a precios asequibles, se ha convertido en una empresa que encarna una de las caras más oscuras de la industria.

La crisis de identidad que está matando a la música

Hoy en día Spotify es una enorme app contenedor. Basta con pasarse por su página principal para ver que ya no sólo alojan música en sus servidores. Sí, por supuesto, sigue ocupando un lugar destacado en la app porque es de donde vienen la mayor parte de sus contenidos, pero también encontramos audiolibros y contenidos polémicos como el podcast de Joe Rogan, acusado de difundir bulos durante la pandemia de la COVID-19 y proclive a ser vocero de personajes controvertidos como Elon Musk.

Y, además de podcasts como el de Rogan, podemos encontrar otros con una línea editorial mucho más inocua. Incluso se ha anunciado un plan para pagar a creadores de contenido en vídeo, ya que Spotify quiere competir directamente con YouTube. Como decía algo más arriba, ahora mismo la plataforma es un paraguas que abarca muchas cosas.

Además, en medios como Creative Bloq se alerta de que la transformación de Spotify es tan profunda que hay en marcha una crisis existencial sin precedentes. La plataforma ya no sabe qué es, ni qué quiere ser; está perdiendo su esencia en un intento desesperado por convertirse en un clon de TikTok y YouTube, desarrollando funciones de vídeo que nadie ha pedido y alejándose de su propósito original.

Es comprensible que, en estos tiempos de inmediatez en los que vivimos, se tienda hacia experiencias cada vez más cortas; como si Spotify o cualquier otro servicio de streaming musical no fuera ya lo suficientemente inmediato. El problema es la devaluación sistemática del arte. De esto ya he hablado en otras ocasiones, y este artículo es para profundizar en ello y en el malestar que debería generar en los usuarios consumidores de música.

Vale la pena recordar que mientras Spotify presume de nuevas funciones vacuas y ha lanzado su Wrapped anual como ejercicio de marketing para enseñar lo grande que lo tiene (el algoritmo, quiero decir), la compañía está ejecutando un plan calculado para maximizar beneficios a costa de la diversidad musical. Daniel Ek, CEO de la compañía, posiblemente esté celebrando ante lo que promete ser un año de rentabilidad completa. El problema es que toda esa rentabilidad va a ser un precio muy caro a pagar por los músicos.

¿Cuánto paga Spotify por reproducción?

Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla

Daniel Ek, CEO de Spotify

Los pagos de regalías de Spotify están entre los más bajos de todas las plataformas de streaming musical, superados sólo en racanería por YouTube Music. Basta con googlear un poco para encontrar unas cifras descorazonadoras: entre 0,003 y 0,005 dólares por reproducción. Esto significa que, en esencia, para ganar 1.000 dólares en la plataforma se necesitan unas 200.000 reproducciones como mínimo.

La cuestión es que estos pagos no afectan sólo a pequeños artistas, sino también a entidades consagradas de la industria musical. Por poner otro ejemplo, la cantante Lily Allen saca más dinero con fotos de sus pies en OnlyFans, que poniendo su catálogo en Spotify para que cualquiera lo escuche.

Además, no son los artistas quienes reciben esas regalías. Ese pago se realiza a las distribuidoras digitales de los artistas que, una vez descontada su parte, son las que entregan el dinero a los músicos. A un artista grande como Taylor Swift posiblemente este descuento no le suponga mucho, pero para un artista pequeño es demoledor.

Pongamos esto en perspectiva. hace unos meses, gracias a Billboard, supimos que Spotify asestó un golpe mortal contra los pequeños músicos: dejó de pagar regalías a artistas que no alcanzan ciertos umbrales de reproducción.

En otras palabras: si eres un artista que está empezando, o eres un músico independiente con cierta trayectoria que aún no tiene algo de masa crítica, tu música no generará ningún dinero. El modelo de negocio de Spotify, funcionando como una plataforma en la que cabe de todo, sólo renta económicamente a los grandes artistas o creadores de contenido. Y ese es otro problema, que Spotify trata la música como si fuese contenido, no como algo que tiene un valor intrínseco.

Tengamos en cuenta que lo que Spotify (y muchos actores de la industria, pero en este caso que nos ocupa los obviaremos) está haciendo es pensar en la música como un hobby. Esta es una percepción muy negativa para la industria musical en la que caen tanto el público, como las corporaciones que se benefician del trabajo de los músicos. Eliminar una idea de la percepción pública es muy difícil, pero lo es aún más hacerlo de una empresa.

Al pensar en que los músicos independientes se dedican a esto como una afición, no se tienen en cuenta intangibles que plagan la vida de los artistas. Estos intangibles pueden parecer asuntos que no tienen valor en el mundo utilitarista en el que vivimos, pero los músicos de cualquier disciplina invierten tiempo y dinero en aprender a tocar su instrumento, en practicar, en componer canciones y en el estudio de grabación. Ya es bastante malo que el público perciba la música sólo como un pasatiempo y no como una profesión, pero cuando una gran empresa como Spotify piensa lo mismo (y más con su modelo de negocio actual) y, encima, sólo "respeta" a los grandes artistas (previo pago de sellos con recursos infinitos detrás, véase el caso de Drake copando todas las playlists de Spotify en 2018), los que pierden son los que están en la base.

El problema se agrava con la creciente infiltración de música generada por IA. YouTube se ha convertido en un nido de tutoriales que enseñan a crear "ingresos pasivos" subiendo música artificial a Spotify:

Mientras, los usuarios denuncian en Reddit y Spotify Community que sus listas de reproducción están siendo invadidas por contenido generado por máquinas.

La ironía es demoledora: mientras Spotify paga auténticas miserias por reproducción a los artistas reales, está fomentando indirectamente la proliferación de música creada sin la necesidad de tener formación o talento, que amenaza con inundar la plataforma. Los creadores de contenido sin escrúpulos están aprovechando esta brecha para generar miles de pistas automatizadas, diluyendo aún más los ya escasos ingresos que da la plataforma a los músicos reales.

La guerra contra los independientes: números que asustan

Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla

Este es el nuevo esquema de pago de regalías de Spotify

Ya ha quedado establecido que, si eres un artista que está empezando, o no tienes una masa crítica de seguidores lo bastante grande que te respalden mensualmente, no vas a generar dinero. Ya ha quedado claro, también, que esta medida incurre en una devaluación sistemática del arte. Pero, ¿por qué? Porque mide la calidad de dicho arte en números. O sea: a más streams consigas, más calidad tiene tu trabajo.

Equiparar la cantidad de reproducciones con la calidad del arte no podría ser algo más erróneo y reduccionista. Por mi estudio han pasado bandas cuya calidad musical era sorprendentemente buena para tratarse de grupos locales o regionales pero, si Spotify considera que no generan la suficiente masa de oyentes mensual, todas las horas invertidas en crear la colección de canciones que han subido a la plataforma, ese esfuerzo no se verá recompensado.

No olvidemos que el sueño de cualquier persona que coge un instrumento es hacerse profesional y ganar dinero siendo músico; el modelo de negocio de los de Daniel EK dificulta aún más la profesionalización. Y puede que los músicos pequeños no ganen dinero, pero Spotify sí recibe ingresos por sus contenidos por la publicidad que se muestra a los usuarios gratuitos y por las suscripciones de pago, además de por quedarse con un porcentaje de lo que los grandes artistas generan en la plataforma (que no es pequeño). Por eso mismo digo que subir tu trabajo a Spotify es peor que regalarlo: es regalar dinero a terceros mientras que tú te quedas sin ver un duro.

Además, la belleza está en los ojos del que mira, dicen. Lo que intento decir es que lo buena o mala que sea una obra musical X lo determina siempre el oyente. Por poner un ejemplo que tenga cerca, tengo una lista de reproducción en Tidal llamada Anger Management. Yo, personalmente, considero que grupos que hay ahí tienen una calidad tremenda, pero para cualquier otro serán solo ruido. ¿Se entiende a dónde quiero llegar?

Las palabras de David Byrne en 2013 resuenan hoy con más fuerza que nunca: "Si los artistas tienen que depender exclusivamente de los ingresos de estos servicios, estarán sin trabajo en un año". Taylor Swift lo anticipó cuando retiró su catálogo en 2014, declarando que "la música es arte, y el arte es importante y raro. Las cosas importantes y raras son valiosas. Las cosas valiosas deberían pagarse".

La Union of Musicians and Allied Workers (UMAW) lleva años exigiendo un céntimo por reproducción, una petición que la compañía ignora mientras invierte fortunas en podcasts polémicos y desarrolla funciones de vídeo innecesarias. Esta disparidad revela las verdaderas prioridades de una empresa que ha perdido completamente el norte.

El futuro oscuro de la música en streaming

Lo decía más arriba: la situación actual de Spotify es un ejemplo perfecto que ejemplifica perfectamente el lado más oscuro del capitalismo digital. Lo que muchos tenéis instalado en vuestros teléfonos y ordenadores es una app que representa a una máquina de hacer dinero, que desprecia a los creadores que la hicieron posible.

Mientras la compañía se jacta de tener 250 millones de usuarios viendo podcasts en vídeo, los artistas independientes luchan por sobrevivir con ingresos ínfimos. El mensaje es claro: Spotify ha elegido el contenido vacío sobre el arte, la cantidad sobre la calidad, y los algoritmos sobre los humanos.

La única esperanza para la música reside en la conciencia colectiva de los usuarios y en la existencia de alternativas más éticas. Plataformas como Tidal pagan hasta 0.015 dólares por reproducción, más del doble que Spotify, mientras que Bandcamp permite a los artistas vender su música directamente y quedarse con el 85% de las ventas digitales. Apple Music, con su tarifa de 0.01 dólares por stream, también ofrece una compensación significativamente mejor. De hecho, ambas plataformas conceden el céntimo por reproducción del que hablaba antes, más o menos.

Los números no mienten: mientras un artista necesita miles de reproducciones en Spotify para ganar unos pocos euros, plataformas como SoundCloud han implementado un modelo de "fan-powered royalties" donde el dinero de cada suscriptor va directamente a los artistas que escucha. Qobuz, por su parte, combina streaming de alta calidad con una tienda digital donde los artistas reciben una compensación justa por las ventas.

Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla

Tidal es una alternativa más ética a Spotify y cuenta con prácticamente el mismo catálogo de artistas y álbumes

La revolución está también en las plataformas directas al fan como Patreon, donde los músicos pueden construir una comunidad de apoyo sostenible, o en servicios como Resonate, una cooperativa propiedad de los artistas que utiliza un modelo de "stream to own" donde los oyentes terminan siendo propietarios de la música que más escuchan.

Los artistas están encontrando formas innovadoras de monetizar su trabajo fuera del ecosistema de Spotify: ventas directas de discos en formato físico y merchandising, conciertos en streaming con entradas de pago y plataformas de micromecenazgo como Ko-fi donde los fans pueden apoyar directamente a sus creadores favoritos. Por eso, desde mi punto de vista como técnico de grabación y mezcla, trabajar con Spotify es peor que regalar tu trabajo: es contribuir a perpetuar estereotipos sobre la música y a su devaluación constante y, de momento, imparable.

Una cosa que debe quedar clara es que Spotify no va a cambiar su rumbo. Al menos, no de momento. El modelo de negocio actual de la plataforma de streaming musical más usada del mundo está poniendo el futuro de la música como la conocemos en peligro. La revolución que Spotify prometía se ha convertido en su propia pesadilla distópica y, aunque es algo que sucede con las revoluciones (sobre todo las que se anuncian a bombo y platillo), no deja de ser irónico.

Si, como yo, eres un amante de la música, nuestra responsabilidad está muy clara: apoyar directamente a los artistas, elegir plataformas que prioricen la compensación justa, y construir un ecosistema musical sostenible que valore el arte por encima del beneficio corporativo. Los servicios de streaming son muy cómodos y convenientes, pero el apoyo real pasa por que los fans contribuyan directamente a que los artistas puedan seguir creando. Sólo con lo que sacan de los servicios de streaming, nuestros músicos favoritos no van a poder vivir.

El cambio puede empezar por migrar a plataformas más justas y menos dominadas por algoritmos. Incluso puedes tener un Wrapped propio todo el año sin depender de Spotify (y con mejores recomendaciones gracias a Last.fm) si así lo quieres, todo es cuestión de saber cuál es el mejor servicio para suscribirte. Para mí, a día de hoy, no lo hay mejor que Tidal; tanto por calidad de sonido, como por retribución a los artistas. Y, a partir de ahí, hay que volver a comprar merchandising y discos. De lo contrario, lo desolador que pinta el panorama de cara al futuro puede ser una triste realidad.

El artículo Trabajo regularmente con artistas independientes y lo tengo claro: subir tu música a Spotify es peor que regalarla fue publicado originalmente en Andro4all.

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