El método 90-90-1 es la nueva religión de la hiperproductividad. Solo es sentido común con números místicos

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El método 90-90-1 fue popularizado por Robin Sharma, el autor de libros como 'El monje que vendió su Ferrari'. Sharma no es santo de mi devoción –su literatura de autoayuda peca del optimismo industrial típico del género–, pero la fórmula de este método parte de algo razonable, y eso me hizo fijarme en él.
La propuesta es dedicar los primeros 90 minutos de cada día durante 90 días consecutivos a un único objetivo. Algo que, dice, transformará tu vida.
Esa fórmula es la última encarnación de nuestro culto a la optimización personal, envuelta en la seductora promesa de que la felicidad está a solo tres meses de distancia.
La fórmula es elegante en su simplismo. Investigadores de la Universidad de Nottingham descubrieron que el autocontrol está en su pico justo después de despertar, y luego se agota gradualmente durante el día, algo que explica mi férrea disciplina deportiva al amanecer y mis ganas de pizza al anochecer.
Sharma llama a las primeras horas "tiempo platino" y sugiere que son el momento óptimo para trabajar en lo que más importa. El método se fundamenta en los ritmos circadianos y la teoría de los cronotipos humanos: cada persona tiene momentos naturales de mayor energía que pueden aprovecharse estratégicamente.
Lo interesante del 90-90-1 está en lo que omite: es un truco psicológico disfrazado de sistema, no una metodología completa de gestión del tiempo. Lo advierte el propio Sharma: "Hay tanta distracción disponible que, si no tienes mucho cuidado, dominará tus días".
Así que el método funciona no por revolucionario, sino por forzar un comportamiento que debería ser obvio: concentrarnos en lo importante cuando más energía mental tenemos.
Pero hay una trampa: si concentrarnos durante una hora y media resulta difícil, es un lugar común en la literatura sobre productividad empezar con bloques más cortos, y aumentarlos poco a poco.
- Si las mañanas no funcionan, adáptalo a otro momento del día.
- Si te interrumpen, ten un plan B.
El 90-90-1 puede convertirse en X-Y-Z y que cada uno lo ajuste a su conveniencia. Pero cuando algo es tan flexible que se adapta a lo que sea, deja de ser un método. Es más bien una excusa sofisticada para hacer lo que ya sabíamos que deberíamos hacer.
90-90-1 no es útil por sus números mágicos, sino por su función como ritual de iniciación a la disciplina, bendita palabra a menudo rehuida que de hecho no se verbaliza en un método dedicado a ella.
Como cualquier moda productiva, promete transformación personal a cambio de fuerza de voluntad para seguir una fórmula.
Rara vez la vida se doblega ante fórmulas tan ordenadas.
- Los objetivos cambian.
- Las prioridades cambian.
- Y los sistemas rígidos suelen ser los primeros en colapsar ante la vida real.
90-90-1 no va tanto de optimizar nuestro tiempo como de la necesidad colectiva de que alguien nos diga cuándo y cómo trabajar en lo que importa.
En Xataka | La pequeña gran joya de la productividad es un método de lo más simple: la regla de los "dos minutos"
Imagen destacada | Yasmina H en Unsplash
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La noticia
El método 90-90-1 es la nueva religión de la hiperproductividad. Solo es sentido común con números místicos
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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