La reina Sofía prepara su traslado a Marivent: un viaje silencioso, una hermana enferma y dos viejas amigas en la isla

En los próximos días, la reina Sofía volverá a cruzar las puertas de Marivent, el palacio en la costa mallorquina que ha sido su refugio personal durante más de cinco décadas. Pero este año no será un verano cualquiera. A su lado viajará, como siempre, su hermana Irene de Grecia, esta vez más frágil, más silenciosa, con la movilidad reducida y la memoria difusa. Sofía la cuida con la ternura de quien sabe que el tiempo ya no corre, sino que se escapa. Por eso, cada verano cuenta.

Marivent no es solo un lugar. Es la única constante. Sofía ha vivido aquí todos los agostos de su vida pública y parte de la privada: cuando era reina consorte, cuando ya no lo era, cuando la rodeaba el ruido de una monarquía agitada y cuando la envolvía, como ahora, el sosiego de quien ya no tiene que demostrar nada. En este rincón de mar, las cámaras se apagan y ella recupera su voz.

A la espera de que lleguen los reyes Felipe y Letizia junto a sus hijas, Leonor y Sofía (suelen aterrizar hacia finales de julio), la emérita compartirá sus primeras semanas en Mallorca con dos mujeres que son mucho más que amigas: Tatiana Radziwill y Alia de Jordania. La primera es prima segunda de Sofía, descendiente de la realeza griega y polaca, y una de las pocas personas que la han acompañado desde antes de ser reina. Tatiana es la memoria viva de una infancia en el exilio, de juegos en Atenas y paseos en Lausana. En Marivent, son habituales sus largas conversaciones al atardecer, entre confidencias y silencios compartidos.

La segunda, Alia, es una princesa con alma de intelectual. Viuda del rey Hussein de Jordania y madre del príncipe Ali, mantiene con Sofía una amistad serena, basada en el respeto mutuo, los intereses culturales y un tipo de lealtad que no necesita protocolo. Las tres mujeres comparten algo más que títulos: comparten haber sido protagonistas de un siglo que ya no existe, testigos de una historia que ellas mismas han tejido.

Letizia, Felipe VI y Sofía

Entre paseos discretos por el Borne, visitas a la Fundación Proyecto Hombre (cuyo fundador, el padre Tomeu Català, es uno de los pocos hombres que aún llaman por teléfono a la reina sin pasar por secretaría) y lecturas vespertinas en el porche de Marivent, Sofía volverá a vivir su verano más íntimo. No hay agenda pública oficial, pero se da por hecho que mantendrá su presencia en algunos actos vinculados a causas sociales y culturales, como ha hecho cada año con constancia ejemplar.

El viaje de este año llega antes que en anteriores veranos. En 2023, la familia aterrizó en Palma a finales de julio, pero ahora Sofía ha querido instalarse antes. Quizá porque quiere aprovechar cada segundo con su hermana Irene, cuya salud, según fuentes próximas, se ha deteriorado visiblemente. Sofía la cuida como cuida sus silencios: con discreción, firmeza y la naturalidad de quien ha nacido para hacerse cargo de los demás.

En unas semanas, Marivent se llenará de nuevo con la presencia de Felipe, Letizia y sus hijas. Habrá fotos en los jardines, cenas discretas en restaurantes de la isla y algún posado institucional. Pero para entonces, Sofía ya llevará días instalando la paz en su rincón favorito. Hablando poco. Escuchando mucho. Rodeada de las únicas personas que entienden, de verdad, lo que significa haber reinado desde el fondo, y no desde el trono.

Fotos | Gtres

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