Penélope Cruz, sobre sus inicios con Almodóvar: "Me dijo que iba a escribir un personaje para mí, pero yo no me lo creí del todo: en su siguiente película me mandó una nota y me lo ofreció"

Antes de los premios, antes de Hollywood, incluso antes de ser actriz, Penélope Cruz ya tenía un objetivo claro: conocer a Pedro Almodóvar. Así lo confesó hace años en una entrevista con Iñaki Gabilondo que hoy, con el paso del tiempo, resuena como una declaración de intenciones. Sentada frente al periodista, Penélope desnudó la parte más íntima de su historia: la de una adolescente que, sin saber aún lo que le esperaba, lo apostó todo por entrar en el universo del director que más la había marcado desde niña.

"Hice ballet durante 17 años y no sabes lo que les costaba a mis padres poder llevarme a esa academia. Nosotros no teníamos un cine cerca tampoco. Yo alquilaba películas y las veía hasta diez veces", recordaba. Y entre todas esas películas que caían en sus manos, hubo un nombre que lo cambió todo: "Me obsesioné con Almodóvar, como con Meryl Streep. Vi que había un mundo, y la referencia más fuerte era él". Esa obsesión no era un capricho, sino un faro. Y todo lo que vino después (sus clases de interpretación, su paso por la escuela de Cristina Rota, incluso su primer casting) giró en torno a esa idea.

"Vi un cartelito que decía 'Se buscan actores'.... Todo era para conocer a Almodóvar". Y finalmente, la oportunidad llegó. Pedro la llamó tras verla en 'Jamón, jamón' y le propuso hacer una prueba para Kika. Fue entonces cuando Penélope vivió una de esas escenas que parecen escritas por el propio Almodóvar: "Me llamó para hacer una prueba. Él había visto Jamón, jamón. Me dijo que no sabía qué edad tenía y que estaba un poco confundido..."

"Me dijo que iba a escribir un personaje para mí, pero yo no me lo creí del todo: en su siguiente película me mandó una nota y me lo ofreció... Fui a su casa nerviosísima. Me di 80 vueltas por la manzana antes de subir", relata la actriz en esta entrevista junto al reputado periodista.

Aunque en ese momento no pudo trabajar con él (era menor de edad y sus padres, según cuenta, no le habrían permitido rodar una película con escenas comprometidas) , Pedro cumplió su palabra. En su siguiente filme, le envió una nota escrita a mano y le ofreció el papel de Carme en Carne trémula. Fue el comienzo de una de las relaciones artísticas más icónicas del cine español.

Lo que Penélope contó en aquella entrevista no fue solo un recuerdo: fue una confesión que explica toda su carrera. Su entrada al cine no fue casual. Fue buscada, deseada, construida a partir de una admiración profunda. No soñaba con la fama, ni con premios, ni con alfombras rojas. Soñaba con estar en una película de Pedro Almodóvar. Y todo lo que hizo, lo hizo con ese propósito.

Hoy, con una carrera consolidada a nivel internacional, esa obsesión juvenil cobra otro significado: fue intuición. Una especie de certeza precoz que la llevó, no solo a cumplir su sueño, sino a convertirse en parte indispensable del universo que tanto admiraba.

Fotos | Gtres

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