100.000 dólares por arruinar una vida: estar vigilados las 24 horas prometía ser nuestra salvación, pero el collar de un perro lo ha desmontado

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Durante buena parte de nuestra historia reciente hemos escuchado en infinidad de ocasiones que estar rodeados de cámaras traería más seguridad. La lógica es clara, si cualquier escenario puede terminar grabado en gloriosa resolución 4K, conocer qué ha pasado ante cualquier delito hará que no exista ningún atisbo de duda sobre la verdad detrás de ese vídeo. Este, que viene siendo un discurso cada vez más apoyado por el auge de las redes sociales y tener una cámara de vídeo siempre a mano en nuestros teléfonos, ha terminado desmontado por algo tan simple como el collar de un perro.
Es probable que durante los últimos días te hayas topado con la figura de Hasan Piker y su perra Kaya. El streamer, poco conocido fuera de Estados Unidos, pero con el suficiente peso en su panorama político para que cualquiera de sus movimientos sea estudiado con lupa y traspase fronteras de forma viral, se enfrentaba a la acusación de haber utilizado un collar eléctrico con el que daba descargas a su perra. En cuestión de horas, varias figuras famosas se sumaron a la crítica.
El streamer acusado de utilizar un collar eléctrico
La historia empieza a compartirse en redes cuando el 7 de octubre, mientras Piker estaba en directo, la perra emite un quejido. Quienes compartían el clip lo hacían asegurando que se trataba de una descarga eléctrica que el streamer había provocado porque el animal se había movido de su sitio, mientras que otros respondían asegurando que parecía evidente que simplemente se había enganchado una uña en la cama.
A partir de aquí, una legión de personalidades de la política estadounidense contrarias a las ideas de Piker, además de buena parte de la cúpula tecnológica norteamericana alineada con esas mismas tendencias, empiezan a lanzar acusaciones y amenazas de denuncia. Palmer Luckey, incluso llega a ofrecer 100.000 dólares por desmontar el collar para ver qué hay en su interior avivando la polémica.
Por si en algún momento del proceso te perdiste entre el cruce de acusaciones, entre mandos a distancia ocultos a simple vista y clips del perro en los que se simulaba que era Kaya la que administraba descargas al streamer, Piker realizó un directo en el que mostraba el collar y a qué se debían las supuestas luces en las que se apoyaba la turba de internet para criticar al streamer.
Lo más tecnológico del mismo era un hueco para un AirTag para encontrarla si se perdía, una linterna para verla de noche a distancia, y un sistema de vibración activado con mando para poder llamarla cuando se alejaba demasiado. En cualquier caso, llegados a este punto probablemente te habrás dado cuenta de que el collar, Piker y Kaya, en realidad son lo de menos en todo lo ocurrido. El problema está en otro lugar.
Una falsa sensación de seguridad
El ejemplo de Piker, sin pruebas más allá del vídeo que justifiquen el linchamiento, se suma a muchos otros que hemos visto durante los últimos meses en los que internet ha llegado a límites de una toxicidad peligrosa. Si bien es cierto que hasta ahora la desinformación parecía relegada al texto, de un tiempo a esta parte los vídeos han demostrado ser una fuente mucho más peligrosa.
Con polémicas de salseo elevadas a la enésima potencia, incentivadas por las propias plataformas que pagan por visualizaciones de clips sin ningún tipo de control más allá del click, buena parte de ellos terminan demostrando estar sacados de contexto, editados e incluso actuados.
De un tiempo a esta parte, la ilusión de cómo la videovigilancia 24 horas es capaz de frenar cualquier delito no sólo ha terminado cayéndose por completo del pedestal en el que se había colocado por parte de la cúpula tecnológica de EEUU, también se ha convertido en la excusa perfecta para alzar campañas de desprestigio valiéndose de ello como fuente principal.
Con controversias que se viralizan y hasta se gamifican en foros como Reddit, donde cientos de detectives amateurs analizan el metraje escena a escena, a la caza de la pista que justifique la resolución que ya traían entre ceja y ceja incluso antes de empezar a buscar, hasta una vida puesta a disposición de las cámaras las 24 horas del día, como la de un streamer, es susceptible de ser retorcida en favor de ciertos discursos.
La situación no es sólo especialmente preocupante por lo que pueda ocurrirle a la simpática Kaya, o por cómo la manipulación de cierto vídeo con la suficiente campaña de apoyo detrás puede arruinar una vida. Lo peor de todo es que, si os fijáis, ni siquiera hemos añadido en la ecuación todo lo relacionado con cómo la IA puede multiplicar aún más un clip que, sin pruebas a las que agarrarse, es capaz de cambiarle la vida de la noche a la mañana a absolutamente cualquiera.
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La noticia
100.000 dólares por arruinar una vida: estar vigilados las 24 horas prometía ser nuestra salvación, pero el collar de un perro lo ha desmontado
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Rubén Márquez
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