El problema de España no es que el Mediterráneo esté hirviendo: es que el Cantábrico también lo está

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Durante el mes de junio y especialmente en este tránsito hacia el mes de julio, el calor ha acaparado todo el protagonismo en lo referente a la meteorología. Calor en el ambiente y calor en las aguas del Mediterráneo. Pero las altas temperaturas no solo han afectado a estas zonas.

El Cantábrico, al rojo vivo. El Cantábrico oriental también ha visto un incremento alarmante de la temperatura de las aguas superficiales. Según explicaba la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el lunes las aguas de esta región del Atlántico se encontraban a temperaturas entre 22º y 24º Celsius.

La anomalía térmica superaba los 3,5º en la mayor parte del interior del golfo de Bizkaia, con algunas zonas situándose en anomalías térmicas de entre 5º y 6º.

En el caso del Cantábrico oriental la situación es más compleja. Si bien las zonas costeras del oeste de Asturias y de Galicia presentan temperaturas cercanas al promedio que la serie histórica ofrece a las fechas en las que nos encontramos, conforme nos adentramos al mar la anomalía va creciendo hasta acercarse a la barrera de los 3,5º.

El calor no solo afecta a Tierra firme. El mes de junio ha sido extremadamente cálido, hasta el punto de batirse en la Península diversos récords de temperatura, tanto en máximos puntuales como en promedios. La temperatura media del primer mes de este verano fue incluso superior la temperatura promedio en meses en principio más calurosos como julio o agosto.

La situación ha afectado a buena parte de Europa, especialmente al sur, pero no solo se ha reflejado en las temperaturas continentales sino también en las marítimas. En este sentido, el Mediterráneo occidental se ha llevado gran parte de la atención: a mediados de junio la anomalía térmica alcanzaba los 2,65º en esta región con áreas en el entorno de las Baleares donde era de entre 3º y 3,18º. El pasado día 30, según los datos de AEMET, las mediciones en la boya de Dragonera fueron de 30,55º, lo que implica zonas con anomalías térmicas superiores a los 5º.

El Atlántico norte, otra historia. El Cantábrico oriental presenta una importante anomalía térmica que no se reproduce en todo el Atlántico norte. Si bien esta región del océano presenta una temperatura superficial anómalamente alta, la diferencia no es tan extrema.

Según los datos de Climate Reanalizer, la anomalía térmica en el conjunto del Atlántico norte el día 30 era de entre 0,49º (si tomamos como referencia el periodo entre 1991 y 2020) y 0,67º (si tomamos como referencia el periodo entre 1982 y 2010). El motivo está, al menos en parte en la región subpolar del Atlántico norte, donde las aguas están más frías que el promedio histórico.

Es decir, una temperatura mayor a los promedios históricos pero inferior a la que vimos en los años 2023 y 2024, cuando la temperatura alcanzó anomalías térmicas de 1,14º y de 1º respectivamente si tomamos como referencia el periodo entre 1982 y 2010.

Las consecuencias de un mar caliente. La importancia de la temperatura de la superficie marítima u oceánica no debe ser infravalorada. Los cambios en esta no solo pueden afectar a los ecosistemas marinos sino también al continente.

El océano ocupa cerca de dos tercios de la superficie terrestre y está en constante contacto con la atmósfera: lo que pasa en estas aguas afecta al clima y a la meteorología (y viceversa). Esta interacción es la responsable de que el calentamiento del Atlántico tropical sirva de combustible a los huracanes en el Caribe y Norteamérica, y es también el motivo de que un Mediterráneo caliente pueda causar peores eventos de gota fría en el Levante peninsular.

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Imagen | Climate Reanalizer

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La noticia El problema de España no es que el Mediterráneo esté hirviendo: es que el Cantábrico también lo está fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .