Una infancia cyberpunk: así fue como una serie de dibujos animados de los 80 convirtió a miles de niños en fans del futuro distópico que les esperaba sin saberlo

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A finales de los años 80, el cyberpunk se había convertido en algo más que una moda entre lectores de ciencia ficción. La visión de un futuro de "alta tecnología y baja calidad de vida", donde las megacorporaciones dominaban ciudades decadentes plagadas de neón. ¿Distópico? El género ya había calado entre el público adulto gracias a novelas como Neuromancer (William Gibson, 1984) y películas como Blade Runner (1982) o RoboCop (1987). Sin embargo, pocas veces se reconoce que para toda una generación de niños y adolescentes, el punto de entrada a este universo fue una serie de dibujos animados: C.O.P.S. (Central Organization of Police Specialists), producida por DIC Animation City y distribuida por Claster Television en 1988.
Fruto de las políticas sociales norteamericanas de Ronald Reagan, C.O.P.S. llegó a televisores de todo el mundo bajo el lema "Fighting crime in a future time". Un eslogan que, lejos de ser una simple frase promocional, sintetizaba a la perfección el espíritu cyberpunk destilado a través de una lente infantil para una serie que venía a contar las típicas historias de polis y ladrones pero con un contexto que, si lo piensas, resulta terrible.
Megalópolis distópica y crimen desbocado
A finales de los años 80, muchas grandes ciudades estadounidenses como Nueva York, Los Ángeles o Chicago vivían una realidad social marcada por la desigualdad, el crimen y un deterioro urbano palpable. Esta sensación colectiva de inseguridad y caos encontró un eco directo en la cultura pop del momento, que transformó esas preocupaciones en paisajes distópicos icónicos: el Detroit de RoboCop, donde las corporaciones privatizan la seguridad pública en una ciudad al borde del colapso; el Nueva York convertido en prisión de máxima seguridad en 1997: Rescate en Nueva York; o la Gotham del Batman de Tim Burton, que abandonó los colores vivos y la estética camp de los años 60 para renacer como una cloaca húmeda, opresiva y plagada de sombras y criminales. Estos escenarios urbanos hiperestilizados no eran simples decorados: eran una proyección directa de las ansiedades sociales de una época en la que las ciudades reales se sentían peligrosamente cerca del colapso.

C.O.P.S. se ambienta en Ciudad Imperio, una ciudad futurista (ubicada en el entonces lejano 2020) que, como buena heredera del canon cyberpunk, está al borde del colapso por culpa del crimen organizado. La policía local ha sido completamente superada por la violencia rampante de una banda liderada por Brandon "El Jefe" Babel, un mafioso megalomaníaco que gobierna los bajos fondos con puño de hierro y una red de secuaces grotescos, desde científicos locos hasta androides asesinos.
En aquel momento los chavales no nos paramos a pensar que si a Antibalas le faltaba medio cuerpo es porque se lo habían reventado
Este entorno urbano, con altos rascacielos de cristal que se ciernen sobre oscuros callejones apenas iluminados neones, zonas degradadas, barrios tomados por bandas y una administración pública completamente superada, no estaba tan lejos del Los Ángeles lluvioso y decadente de Blade Runner. Para muchos niños, fue la primera vez que vieron representado un futuro sucio, desigual y peligroso. Un imaginario visual que, años más tarde, reconocerían como propio del cyberpunk, aunque entonces no conocieran el término.

Tecnología invasiva y cuerpos cibernéticos
El protagonista, el agente federal Baldwin P. Vess, alias "Antibalas", encarna uno de los temas más recurrentes del cyberpunk: la transformación del cuerpo humano a través de la tecnología. Tras sufrir heridas mortales en un atentado orquestado por los CROOKS (la banda de Big Boss), Vess recibe un implante cibernético que sustituye su torso por una prótesis blindada que lo convierte en un ser mitad humano, mitad máquina. La idea es la misma de Robocop: un protector público brutalmente mutilado que termina reconvertido en una imparable máquina de justicia de la mano de intereses privados.
Tanto en RoboCop como en C.O.P.S., la figura del policía reconstituido tecnológicamente simboliza la ambigua relación entre el individuo y el sistema: una criatura reforzada para hacer cumplir la ley en un mundo donde la ley ya no sirve. Y entre lo público o lo privado. Antibalas, además, cuenta con acceso directo a ordenadores y dispositivos electrónicos a través de su propio cuerpo, convirtiéndose en un prototipo de lo que más tarde se llamaría "netrunner" o "cyberdetective".
Arquetipos cyberpunk en clave cartoon
Aunque adaptados al lenguaje infantil de finales de los 80, los personajes de C.O.P.S. componen un auténtico catálogo de arquetipos cyberpunk. Tina Cassidy es una analista informática experta en redes; Susie Young se infiltra en bandas criminales usando sigilo, proyección holográfica y disfraces tecnológicos; y el propio Antibalas es un cyborg con acceso directo a redes y bases de datos, una fusión literal entre humano y máquina. Y prácticamente todos los personajes tienen algún tipo de modificación cibernética o prótesis, porque claro, en los 80,el cyberpunk era básicamente aplicarte algún remache al cuerpo.
Estos perfiles, hoy comunes en el cine y los videojuegos de ciencia ficción, fueron introducidos por primera vez a millones de chavales en este formato animado. Para muchos espectadores, fue su primer contacto con hackers, implantes, realidad aumentada y armas inteligentes. Elementos que hoy asociamos sin dudar con el cyberpunk pero en aquel momento los chavales no nos paramos a pensar que si a Antibalas le faltaba medio cuerpo es porque el original se lo habían reventado.

Gadgets futuristas y dilemas tecnológicos
Cada episodio de C.O.P.S. era una exhibición de tecnología especulativa: desde vehículos blindados con inteligencia artificial hasta armas láser, robots con capacidad de juicio moral, y ciborgs diseñados para delinquir o impartir justicia. En uno de los capítulos más recordados, los C.O.P.S. se enfrentan a las "Instant Justice Machines", autómatas diseñados para patrullar y juzgar sin intervención humana. Estos dispositivos castigan desde infracciones menores como tirar basura hasta delitos más graves, sin dejar espacio al contexto ni al juicio moral. Por si te pensabas que tú eras el único preocupado por si las IAs te iban a quitar el trabajo.
Hay algo profundamente cyberpunk, y a la vez irónicamente conservador, en esta mezcla de futurismo distópico y moralismo tradicional
De nuevo, una idea sacada de RoboCop, pero que era en realidad heredera de la crisis de la reconversión industrial norteamericana, que supuso una pérdida increíble de puestos de empleo, y con ellos, un aumento de la brecha adquisitiva entre clases sociales y un aumento de sus esperables secuelas: depresión económica, empobrecimiento, consumo de drogas y aumento de la criminalidad.
Claro, hay otro tema importante ahí: ¿Hasta qué punto es ético delegar la justicia en sistemas automáticos? ¿Qué ocurre cuando la tecnología falla o puede ser manipulada? ¿Deben privatizarse los servicios públicos aunque sean deficitarios? ¿No se supone que lo público mira por el bien social, no por el rendimiento económico? Preguntas de este tipo, hoy en el centro del debate sobre inteligencia artificial, vigilancia y justicia social, ya eran sugeridas de forma simplificada en los episodios de la serie. Como si fueran cápsulas anticipatorias de un futuro que ya estaba en camino. No se puede decir que no nos estaban preparando…

Merchandising y cultura pop: el cyberpunk de juguete
No se puede hablar de C.O.P.S. sin mencionar su origen: una línea de figuras de acción de Hasbro llamada C.O.P.S. 'n' Crooks. Cada personaje del dibujo animado tenía su equivalente en plástico, con armamento futurista, gadgets cibernéticos y mecanismos dea cción imposibles. Los juguetes, diseñados por Bart Sears, permitían a los niños interactuar físicamente con ese mundo de cuerpos mejorados y criminales hipertecnificados, y a la juguetera colar anuncios de 20 minutos en los hogares de todos los chavales de la época. Pero bueno, lo mismo que otras licencias como Masters del Universo, Thundercats o G.I. Joe.
En aquellos años el vínculo entre juguete y narrativa era total. Y aunque hoy todavía sigue abierto el debate sobre si es ético camuflar contenido claramente promocional como productos de entretenimiento claramente dirigidos a los más pequeños, era todavía peor que para zanjar el debate se pensara que la solución a este dilema tan sonrojantemente neoliberalista era darle a la serie un elemento educativo.
Lecciones morales desde una distopía animada
Pese a su estética futurista y sus aventurillas de buenos contra malos, C.O.P.S. tenía muy claro su propósito educativo. Cada episodio terminaba con un segmento llamado C.O.P.S. for Kids, en el que los personajes, a veces incluso los villanos, daban consejos a los jóvenes sobre temas como el consumo de alcohol y tabaco, el vandalismo, la seguridad vial o el peligro de las bandas juveniles. La serie no lo hacía porque tuviera un especial interés en que los chavales que veíamos la serie fuéramos mejores personas, sino para que legalmente los dibujos pudieran ser emitidos como programación infantil y no etiquetados como simples anuncios. "Hecha la ley, hecha la trampa", porque no se puede decir que todos los consejos fueran completamente desinteresados. Bueno, el de mirar a los dos lados y no cruzar en rojo a lo mejor, ese a lo mejor sí.

Esa es la explicación por la que casi todas las series que recuerdas de aquella época incluían esos consejos al final de cada capítulo. Que He-Man te recomiende comer más fruta y verdura o a plantarle cara a los matones del colegio tenía un pase, pero resulta curioso que una serie tan claramente distópica y tecnológica insistiera tanto en formar "buenos ciudadanos del futuro". Como si la única manera de sobrevivir en la megaciudad del mañana fuera aprendiendo desde niños a mantenerse en el lado correcto de la ley y no salirse de la raya claramente trazada por el sistema. En retrospectiva, hay algo profundamente cyberpunk, y a la vez irónicamente conservador, en esta mezcla de futurismo distópico y moralismo tradicional. Pero lo de la verdura y mirar antes de cruzar sí que son buenos consejos, ojo.
De C.O.P.S. a CyberCOPS
Cuando la serie se reemitió en CBS en 1993 bajo el título de CyberCOPS, el prefijo "cyber" ya había penetrado completamente en la cultura popular. Videojuegos como Shadowrun, películas como Johnny Mnemonic y la expansión de internet como fenómeno masivo confirmaban que ese universo futurista ya no era cosa de frikis: el lejano horizonte de la ficción tecnológica era ya una
Muchos adultos que hoy consumen cyberpunk en forma de series como Altered Carbon o videojuegos como Cyberpunk 2077, reconocen que su primer contacto con ese mundo fue, sin saberlo, C.O.P.S. Esa fue la serie que les enseñó que el futuro era peligroso, no tan brillante como nos gustaría, y estaba lleno de gente con metal y cable dentro de sus cuerpos. C.O.P.S. puede parecer a simple vista una serie más de acción de los 80, destinada a vender juguetes y entretener a una generación con historias de polis y ladrones. Pero bajo esa superficie se escondía una semilla de ciencia ficción social, una ventana temprana al imaginario del cyberpunk que marcaría para siempre la relación de toda una generación con el futuro.
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La noticia
Una infancia cyberpunk: así fue como una serie de dibujos animados de los 80 convirtió a miles de niños en fans del futuro distópico que les esperaba sin saberlo
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3DJuegos
por
Chema Mansilla
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